Salmo XXIV
Ad te, Domine, levavi
Aunque con más pesada
mano, mostrando en mí su desvarío
la suerte dura, airada,
me oprima a su albedrío,
levantaré mi alma a Ti, Dios mío.
En Ti mi alma
repuso
de su bien la defensa y de su vida;
no quedaré confuso,
ni la gente perdida
se alegrará soberbia en mi caída.
Porque jamás
burlados
los que esperando en Ti permanecieron
serán, ni avergonzados;
confusos siempre fueron
los que sin causa al bueno persiguieron.
Enséñame por
dónde
caminaré, dónde hay deslizaderos,
y el lazo dó se esconde;
con pie y huellos ligeros,
Señor, me enseña a andar por tus senderos.
Guíame de
contino,
Señor, por tu camino verdadero,
pues sólo a Ti me inclino,
y a Ti sólo yo quiero,
y siempre en Ti esperando persevero.
Que es tuyo el
ser piadoso;
esté siempre presente, en tu memoria,
y el número copioso
de tu misericordia
de que está llena toda antigua historia.
Conforme a mis
maldades
no me mires, Señor, con ojos de ira;
conforme a tus piedades
por tu bondad me mira,
por tu bondad, por quien todo respira.
Es bueno, y
juntamente
es fiel y justo Dios; al que sin tino
va ciega y locamente
redúcele benino,
mas con debido azote, al buen camino.
A los mansos
aveza
que sigan de sus huellas las pisadas;
a la humilde llaneza
por sendas acertadas
la guía, y por razón justificadas.
Todo es
misericordia
y fe, cuanto Dios obra y tiene obrado
por la antigua memoria,
con los que su sagrado
concierto y lo por Dios testificado
conservan; y por
tanto
que des dulce perdón, Señor, te pido
por el tu nombre santo
a lo que te he ofendido,
¡ay triste!, que es muy grave y muy crecido.
Mas ¡cuál y cuán
dichoso
aquel varón será, que de Dios fuere
y su ley temeroso!
Irá Dios donde él fuere,
será su luz en todo lo que hiciere.
Su alma, en
descansada
vida, de bienes mil enriquecida,
reposará abastada;
la tierra poseída
de su casa será y esclarecida.
A los que le
temieren
hará Dios su secreto manifiesto;
a los que le sirvieren
el tesoro repuesto,
que en su ley y promesa tiene puesto.
Mis ojos
enclavados
tengo, Señor, en Ti la noche y día,
porque mis pies sacados,
según mi fe confía,
serán por Ti del lazo y su porfía.
Tus brazos
amorosos
abre, Señor, a mí con rostro amado,
con ojos piadosos,
porque, desamparado,
soy pobre yo y de todos desechado.
Los lazos de
tormento,
que estrechamente ciñen mi afligida
alma, ya son sin cuento.
¡Ay, Dios, libra mi vida
de suerte tan amarga y abatida!
Atiende a mi
bajeza;
mira mi abatimiento; de mi pena
contempla la graveza;
con mano de amor llena
rompe de mis pecados la cadena.
Y mira cómo
crecen
mis enemigos más cada momento;
y cómo me aborrecen
con aborrecimiento
malo, duro, cruel, fiero, sangriento.
Por Ti sea
guardada
mi alma y mi salud; de tan tirano
poder sea librada;
mi fe no salga en vano,
pues me puse, Señor, todo en tu mano.
Al fin, pues que
te espero,
valdrame la verdad y la llaneza;
mas sobre todo quiero,
que libre tu grandeza
a tu pueblo de angustia y de tristeza.